En su más reciente visita a Colombia, Pedro Baños, coronel del Ejército de Tierra en reserva de España y especialista en geopolítica, inteligencia y defensa, presentó su libro Geohispanidad, una tesis que plantea un dilema que en la actualidad atraviesa a los países de habla hispana: unirse en un proyecto común o seguir siendo dominados por potencias externas.En diálogo con EL TIEMPO, el autor advierte que América Latina es vista como una “gran despensa” de recursos por Estados Unidos, Canadá, Europa y ahora China, y que solo actuando en bloque se podrían renegociar contratos con mejores condiciones. También señala que Washington mantiene una fuerte presión sobre Venezuela y que, por la magnitud del despliegue militar en el Caribe, es probable que se produzca algún tipo de intervención, no necesariamente una intervención masiva, pero sí acciones selectivas.Usted, en su libro, plantea que los hispanos solo tenemos dos opciones: unirnos o dejarnos dominar. ¿Cuál cree que es el primer paso realista para iniciar esa unidad política y económica de la que habla?Lo primero que debemos hacer es conocernos mejor a nosotros mismos. Parece algo trivial, pero no lo es. Existe un gran desconocimiento de la historia común que compartimos, no solo entre la ciudadanía, también entre las élites políticas. Ese vacío ha permitido que, durante décadas, se repitan discursos erróneos o manipulados sobre lo que realmente nos une. Por eso, el primer paso es recuperar la memoria histórica de la Hispanidad, con sus luces y sombras, pero desde una mirada honesta y documentada. Solo así podremos dejar de lado prejuicios y falsos relatos que han sido utilizados para dividirnos. Una vez partamos de ese reconocimiento mutuo, podremos avanzar en acuerdos muy concretos: intercambiar información de inteligencia sobre amenazas transnacionales, coordinar políticas contra el narcotráfico o establecer bases para una cooperación económica más firme. La unidad no se construye con grandes discursos, sino con pequeños pasos prácticos apoyados en una verdad compartida.¿Cómo se diferencia su propuesta de una ‘Comunidad Iberoamericana de Naciones’ respecto a las iniciativas ya existentes como las Cumbres Iberoamericanas o la OEI?La diferencia principal es la utilidad práctica. Las cumbres iberoamericanas, las reuniones de la OEI o incluso la Celac han terminado convertidas en escenarios ceremoniales donde los mandatarios se encuentran, pero rara vez se materializa algo concreto. Muchas veces, un país ni siquiera acude porque tiene roces con otro o porque no le interesa el tono ideológico del encuentro. Mi propuesta apunta a estructuras permanentes que funcionen más allá de los vaivenes políticos. Hablo de centros de intercambio de inteligencia, de organismos financieros propios, de una ‘Hispanopol’ que permita coordinar la seguridad y la lucha contra el crimen organizado. No se trata solo de reunir presidentes para la foto, sino de poner en marcha mecanismos útiles que sirvan en el día a día de los países hispanos.En su visión, ¿qué rol específico deberían jugar España y México en el liderazgo de esta unión?Desde hace años he defendido que México debe ser el centro de gravedad de este orbe hispano. No solo por su tamaño territorial y demográfico, sino por su ubicación geopolítica y la cantidad de recursos que posee. España, por su parte, debe jugar un papel de acompañamiento, en igualdad con los demás países, pero aportando lo que puede ofrecer: su pertenencia a la Unión Europea, sus lazos con África y su historia compartida. España no puede, ni debe, pretender liderar. Eso sería un error y alimentaría recelos de paternalismo. El liderazgo debe recaer en América, con México a la cabeza y España sumándose como un socio. Esa combinación, bien gestionada, podría dar una enorme proyección internacional a todo el bloque hispano.Claudia Sheinbaum, presidenta de México. Foto:AFP¿Cómo respondería a quienes ven la Hispanidad como una herencia colonial negativa y no como una oportunidad de unidad?Que comprendan que la historia no se puede analizar con los ojos del presente. Claro que hubo errores y momentos oscuros, como en cualquier proceso histórico, pero también hubo luces inmensas que se nos han ocultado sistemáticamente. Se nos impuso una “leyenda negra” que todavía pesa y que nunca hemos sabido contrarrestar con una narrativa propia. En mi libro presento datos concretos que desmontan muchos de esos prejuicios: el mestizaje promovido desde la Corona, las leyes que protegían a los pueblos originarios, la creación de hospitales, universidades y ciudades. Hoy en México, por ejemplo, se hablan 69 lenguas indígenas y existen 23 millones de personas que mantienen sus culturas. Eso no fue casualidad, fue resultado de una voluntad de permanencia. Frente a quienes solo miran la Hispanidad como algo negativo, mi respuesta es mostrar la historia en su complejidad, con sus luces y sombras, pero sobre todo reconociendo todo lo que nos une y lo que nos diferencia de otros imperios coloniales.¿Cuál cree que es hoy el peso de la ‘Leyenda Negra’ en la división y en la falta de proyectos comunes entre países hispanos?El peso sigue siendo enorme. La Leyenda Negra fue un arma propagandística creada cuando el Imperio español era tan fuerte que no podían derrotarlo en los campos de batalla. Se le desprestigió con relatos exagerados o falsos que terminaron arraigándose en las conciencias. Lo grave es que, con el tiempo, incluso políticos españoles y latinoamericanos han reproducido esa narrativa, a veces para ocultar problemas internos o para justificar fracasos de gestión. Así se ha alimentado la división entre pueblos que en realidad comparten un origen común. El problema es que, cuando uno cree en esa mentira, termina actuando en contra de sí mismo. Mientras no seamos capaces de construir una contranarrativa sólida, seguiremos cargando con ese lastre que impide ver las enormes ventajas de unirnos como bloque.Usted menciona que Hispanoamérica es la “gran despensa” de recursos del mundo. ¿Cómo se podría evitar que potencias como EE. UU. o China sigan explotando esos recursos en detrimento de la región?La clave está en negociar de forma unificada. Hoy ocurre lo contrario: cada país firma contratos por separado, muchas veces en condiciones que favorecen más a las empresas extranjeras que a las propias naciones. Si actuáramos como bloque, podríamos establecer cláusulas comunes y fijar límites claros frente a la explotación externa. Piense en Colombia: la mayor parte de los beneficios de sus recursos mineros se los llevan empresas canadienses, estadounidenses o chinas. Lo mismo ocurre en México con las concesiones mineras. Si se renegociara de manera colectiva, el poder de negociación sería mucho mayor. Incluso podríamos destinar fondos comunes para financiar directamente algunas explotaciones sin depender totalmente del capital extranjero. No se trata de cerrarnos al mundo, sino de que la riqueza generada en nuestros territorios no termine, como siempre, en manos ajenas.¿Cómo articularía una soberanía financiera hispánica frente a organismos como el FMI o el Banco Mundial?El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial fueron creados en Bretton Woods bajo el control de EE. UU., y desde entonces han funcionado como herramientas geoeconómicas de esa potencia. Eso ha significado que, en la práctica, deciden qué países reciben apoyo y en qué condiciones, según se sometan o no a sus intereses. Frente a eso, lo que propongo es que creemos nuestras propias instituciones financieras, como ya lo están intentando otros bloques, como los Brics. Con un banco hispanoamericano podríamos financiar proyectos de tecnología, infraestructuras o defensa sin depender de condicionamientos externos. Además, ese banco podría impulsar polos de desarrollo tecnológico distribuidos en México, Colombia y Argentina. Así evitaríamos seguir siendo dependientes tecnológicos y podríamos formar a nuestros propios científicos para que trabajen en beneficio de la región.¿Qué tipo de cooperación militar o de defensa propone entre países hispanos?Propongo una cooperación integral que abarque desde la inteligencia hasta la formación militar y policial. El crimen organizado ya no es un problema de un solo país; los delincuentes se mueven por toda la región. Por eso necesitamos compartir información de manera diaria, con enlaces permanentes entre servicios de inteligencia y policías. Imagino una ‘Hispanopol’, similar a Interpol, pero integrada solo por países hispanos que compartimos idioma y desafíos comunes. Además, podríamos establecer centros conjuntos de entrenamiento, donde los militares y policías de distintos países se formen juntos y generen vínculos personales que faciliten la cooperación futura. La unión en defensa no significaría un ejército único, sino una red de colaboración constante y efectiva que aproveche las capacidades de cada país y las ponga al servicio de todos.Una camioneta en llamas en las calles de Culiacán, Sinaloa, México, el 11 de septiembre de 2024 Foto:AFPEsa visión sobre la seguridad de la región me lleva precisamente a preguntarle por un tema muy actual: ¿cree posible una intervención de EE. UU. en Venezuela?El despliegue militar que EE. UU. ha hecho en el Caribe es demasiado grande como para ser solo simbólico. Han enviado buques, submarinos, aviones F-35, medios anfibios, y la inteligencia ya tiene mapeados todos los objetivos estratégicos en Venezuela. Eso no quiere decir necesariamente que habrá una invasión masiva, porque el costo humano sería enorme, pero sí aumenta la probabilidad de ataques selectivos, operaciones encubiertas o presiones militares sostenidas. Donald Trump, en particular, no puede permitirse dar marcha atrás sin mostrar resultados, sobre todo en un contexto de crisis económica interna y pérdida de popularidad. Por eso, mi percepción es que “algo” va a pasar, aunque no podamos precisar exactamente qué. Y eso nos debería preocupar, porque lo que ocurra en Venezuela puede repetirse mañana en Nicaragua, Cuba, México o incluso Colombia si seguimos desunidos.La primera fotografía del despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe. Foto:Facebook USS Iwo JimaUsted que conoce de temas de seguridad y que de seguro tiene relación con distintas agencias de inteligencia, ¿ha escuchado de la ‘Junta Nueva del Narcotráfico’?Sí, he escuchado hablar de la llamada Junta del Narcotráfico y es importante no perder de vista a todos estos grupos que ya delinquen de manera transnacional. La droga se produce en determinados países, pero no se queda allí; se mueve por todo el mundo. Hay rutas que incluyen avionetas que los traficantes incluso abandonan en el golfo de Guinea. Desde esa zona, la mercancía pasa a países con estructuras estatales débiles, como Libia, o a otros donde existen mafias muy organizadas y con conexiones políticas, como Marruecos o Argelia. De allí, continúa hacia Europa, donde entran en acción redes criminales como la llamada mocromafia, conocida por su extrema violencia y por amasar tanto dinero que logra corromper instituciones y desafiar a la propia mafia italiana tradicional. Por eso, insisto en que es indispensable una respuesta coordinada. Este problema dejó de ser un asunto de un solo país y se ha convertido en un fenómeno absolutamente internacional.JESÚS ANTONIO BLANQUICETSubeditor de Justicia

Pedro Baños, especialista en inteligencia y defensa
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